Opinión de Alberto Piris. Biden ha logrado deshacerse de Trump y en breve se sentará ante la mesa desde la que éste gobernó el país sin muchos escrúpulos. Pero el «trumpismo» ha arraigado y prosperado, tiene un sólido apoyo popular y el camino que se abre ante el nuevo presidente está lleno de obstáculos. Los años de Trump han corrompido el pensamiento popular. Su desprecio personal por los que sufren ha contaminado a parte de la nación. Cuatro de cada diez ciudadanos le apoyan firmemente a pesar de sus baladronadas, insultos y burlas, sus ostensibles mentiras y su apoyo a los xenófobos armados y a los supremacistas blancos.

Madrid, 02 Enero 2021, (Envío especial para El Informante Perú).- Cuando el 20 de enero próximo pase Biden a ocupar el Despacho Oval de la Casa Blanca, cobrará plena conciencia de todo lo que ha cambiado en EE.UU. durante el mandato de su antecesor. Pero, más importante aún, advertirá con claridad lo que él ya no podrá modificar, por mucho poder que ejerza quien se siente en el sillón presidencial.

El daño que Trump ha causado a la lucha contra la emergencia climática es ya irreversible, como sucede con todos los retrasos y fallos que aquejan a menudo a esta contienda, en la que, según la opinión de la mayoría de científicos, existe un punto de no retorno tras el que la catástrofe puede ser irreparable. Trump abandonó los acuerdos de París, anuló las disposiciones de Obama para reducir las emisiones de gases contaminantes, mejorar la calidad del aire y proteger los océanos. Permitió a la minería y a la industria maderera explotar terrenos públicos. Mostró un gran desprecio por las cuestiones ecológicas y desoyó sistemáticamente a la ciencia.

A partir de esta situación, Biden tendrá muy difícil volver al camino correcto frente a la emergencia climática. Como también va a tener muy complicadas sus relaciones con la Justicia, porque Trump la ha modificado a su medida con nombramientos de personas afines. Ha añadido tres nuevos jueces al Tribunal Supremo, tan inclinados hacia la derecha que su Presidente parece un «centrista». La lucha por los derechos humanos saldrá muy perjudicada en muchos aspectos: el feminismo, el acceso al voto de las minorías, las discriminaciones por motivos de sexo o género, etc., van a chocar con un muro difícilmente franqueable.

A lo anterior hay que sumar el nombramiento vitalicio de más de 200 jueces federales, en su mayoría blancos (menos del 5% son negros), y quienquiera que se siente en el Despacho Oval tendrá que afrontar un poder judicial nombrado mayoritariamente por Trump.

Eso no es todo. Hay daños más hondos y menos visibles. Según informes oficiales, las trabas fronterizas puestas a los inmigrantes han convertido en huérfanos reales a más de 500 niños, separados de sus padres en la frontera y con los que todavía no han podido reencontrarse. Un problema que habrá de resolver Biden y que, como muchos de los que Trump ha creado, ha contribuido a dividir aún más a una sociedad ya de por sí propensa a las fracturas.

Pero, en definitiva, quizá lo peor sea que los años de Trump han corrompido el pensamiento popular. Es posible que esta descomposición estuviera ya presente en la vida estadounidense y que Trump solo la hiciera rebrotar. Pero en la práctica cuatro de cada diez ciudadanos le apoyan firmemente a pesar de sus baladronadas, insultos y burlas, sus ostensibles mentiras y su apoyo a los xenófobos armados y a los supremacistas blancos. Su desprecio personal por los que sufren ha contaminado a una parte de la nación.

Una nación donde se extienden las fantasías paranoicas de los conspiracionistas, como los QAnon, que incluso alcanzan escaños en el Congreso; y donde unos fascistas armados intentaron asaltar el Capitolio de Michigan y secuestrar a la Gobernadora del Estado, lo que Trump justificó diciendo que «tiene nietos judíos».

Biden ha logrado deshacerse de Trump y sentarse ante la mesa desde la que éste gobernó el país sin muchos escrúpulos. Pero, lamentablemente, el «trumpismo» ha arraigado y prosperado, tiene un sólido apoyo popular y el camino que se abre ante el nuevo presidente está lleno de trampas y obstáculos. Por muy creyente que sea no le va a bastar solo con la ayuda de Dios: «In God we trust».

(*) General de Artillería en la Reserva y Diplomado de Estado Mayor.