Según el país en el que viva hoy un ciudadano, una misma realidad se le puede mostrar de dos modos: «Rusia invadió y ocupó Crimea» o «Crimea se reintegró a Rusia». En ambos casos, una misma expresión es para unos mera propaganda y para otros, un reflejo de la realidad. Todo esto se debe a que la propaganda es esencial para el desarrollo de las actividades bélicas.
Madrid, 22 de Mayo 2022, (Envío especial para El Informante Perú).- En Los ojos de la guerra (Plaza y Janés, 2001, libro coordinado por Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez), escribe el periodista polaco Ryszard Kapucinsky al tratar del papel de los medios de comunicación en el conocimiento de la realidad: «Hoy la pequeña pantalla se ha convertido en una nueva fuente de la historia (…) La versión que difunde la televisión, incompetente y errónea, es la que se impone sin que podamos contrastarla». Y añade: «Nuestro problema consiste en que los medios se multiplican a una velocidad mucho mayor que los libros que contienen un saber concreto y sólido, y de ahí que la civilización caiga cada vez más en una dependencia de la versión de la historia que ofrece la televisión, una versión ficticia y no verdadera».
Si a lo anterior unimos el hecho comprobado de que, en toda guerra, la propaganda es esencial para facilitar el desarrollo de las actividades bélicas, podemos entender mejor el caos informativo que sobre el mundo ha extendido la invasión rusa de Ucrania. Lo que para unos es simple propaganda bélica, para otros es la realidad. Del mismo modo que parte del pueblo ruso acepta las explicaciones que sobre este conflicto difunde el presidente Putin mientras en nuestros medios de comunicación se tachan de burda propaganda, gran parte del mundo occidental vivimos embebidos en lo que anuncian el presidente Biden y el secretario general de la OTAN Stoltenberg, sin advertir que esto ha de incluir también su cuota obligada de propaganda.
Hay dos tipos básicos de propaganda: la mentira y la ocultación de la realidad. El inconveniente de la mentira es que siempre acaba desvelándose: «Los españoles volaron el Maine», «Sadam Hussein posee armas de destrucción masiva», etc. Es una propaganda eficaz si solo se desea obtener efectos inmediatos y si está correctamente diseñada, basada en pruebas bien falseadas y ampliamente difundidas.
El segundo tipo es algo más insidioso: se trata de ocultar realidades. «Cancelarlas», como se dice ahora. No aludir a ellas. Extender un telón opaco ante lo que no debe difundirse.
Por ejemplo: el 24 de marzo de 2021, Zelensky dictó un decreto presidencial para recuperar Crimea. ¿Le suena esto al lector? Pocos medios, si hubo alguno, se hicieron eco de tal noticia. Tras ello, hubo movimientos de tropas hacia el sureste ucraniano. Poco tiempo después la OTAN desarrolló unas maniobras desde el Báltico al Mar Negro. ¿Sorprende que desde el punto de vista ruso esto pudiera considerarse una amenaza?
Otro más: En la raíz de la guerra actual está la anexión rusa de Crimea en 2014. Los libros que añora Kapucinsky explicarían bien las profundas raíces históricas, sociales y culturales que unen a Crimea más estrechamente con Moscú que con Kiev. En 1991, tras un referéndum, Crimea se convirtió en una república autónoma de la URSS, seis meses antes de que Ucrania también se independizara. El gobierno de Kiev invadió Crimea en 1995 y derogó su constitución. Esto tampoco se conoce: ¿será «propaganda por ocultación»?
Tampoco es muy sabido que Crimea pidió unirse a la Federación Rusa tras otro referéndum celebrado en 2014, con un resultado similar al de 1991. Veamos las dos caras de la misma moneda: «Rusia ha invadido y ocupado Crimea» es propaganda para unos y realidad para otros, como lo es también: «Crimea se ha reintegrado a Rusia».
¿Qué una noticia sea propaganda para unos y realidad para otros es algo que debería extrañarnos? No. Es el resultado obligado de una guerra en curso.
Solo la Historia, años después, nos permitirá conocer cómo fue el conflicto que ahora produce muerte y destrucción en un Estado europeo, desconcierto en los demás, penuria para unos, pobreza para otros, ocasiones de lucro y estafa para algunos y una sensación de tristeza y desánimo para la humanidad. Quizá la Historia sepa mezclar en su ancestral coctelera mentiras y verdades para alcanzar la realidad. Aunque no la lleguemos a ver nosotros.
(*) General de Artillería en la reserva y diplomado de Estado Mayor.