Lima, 31 Mayo 2021, (Envío especial para El Informante Perú).- Ha sido un debate pobre en términos de ideas y propuestas teniendo en cuenta el momento histórico en el que se encuentra un Perú inmerso en la peor crisis social de su historia a causa del coronavirus ad portas de celebrar el Bicentenario.
No se dijo nada nuevo, no hubo rectificaciones ni se hicieron correcciones ni mucho menos intentos de acercamientos al rival político. Se repitieron las mismas promesas demagógicas, en Economía, Educación, Salud, Derechos Humanos, Corrupción, pero como siempre sucede en el Perú, se trata sólo de palabras ya que el debate técnico de hace dos semanas debió tratar sobre estos temas, sin embargo sólo se vio improvisación, politización y un bajo nivel en ambos equipos técnicos.
El debate de Arequipa no debió tocar temas técnicos, debió afrontar el problema político al que se enfrenta el Perú: La polarización y la violencia. Pero estamos en un país donde el 13% es analfabeta y un alto porcentaje de la población es semi – analfabeta y está más preocupada en tener con qué alimentarse en medio de esta crisis originada en la pandemia.
Así, dos temas estuvieron ausentes en el debate, dos temas que hoy resultan fundamentales para la gobernabilidad, la predictibilidad y la estabilidad del Perú: Ninguno de los dos candidatos mencionó nada respecto a la peligrosa polarización y violencia política que se nos aproxima invisibilizando lo ocurrido en el Vraem, lo que nos lleva al segundo tema ya que ninguno tampoco mencionó nada con respecto a la Seguridad Nacional ni a la Seguridad Ciudadana, salvo Keiko Fujimori en el último minuto cuando propone la elaboración de un mapa del delito y acercar la Policía a la ciudadanía.
Sin embargo, pese a estas deficiencias, podemos afirmar que el bajo nivel evidenciado por ambos candidatos en el debate contribuye a apagar la tensión y la fuerte polarización social encendida en los últimos días después del atentado terrorista en el Vraem. Ninguno de los candidatos se mostró agresivo durante el debate así como tampoco recurrieron a propuestas radicales ni ofensivas a la ideología de su contrincante. En ese aspecto podemos calificar al debate de moderado pues no dejó traslucir el trasfondo de polarización política que representan Keiko Fujimori y Pedro Castillo, las dos opciones más opuestas y contrarias de todo el espectro electoral que se presentó en la primera vuelta y que durante la campaña de la segunda vuelta alcanzó niveles de enfrentamiento que fueron escalando conforme se desarrolló la campaña dividiendo la sociedad peruana en dos bandos con disposición al enfrentamiento debido a que en uno u otro lado se puede identificar a protagonistas de la violencia política entre el Estado peruano y los grupos terroristas, enfrentamiento que en el actual contexto electoral alcanzó su máximo punto de tensión hace unos días con el atentado en el Vraem dejando un lamentable saldo de 16 víctimas mortales.
A pesar de que ambos candidatos no recurrieron al extremismo ni a la radicalidad ideológica durante el debate, la polarización política de la sociedad peruana ya se mueve con inercia y es poco probable que democráticamente pueda detenerse. El Perú ya ha sido dividido en dos ideologías radicalmente opuestas: El neoliberalismo mal llamado “derecha” representado por Keiko Fujimori y Fuerza Popular VS el anti-fujimorismo liderado por la izquierda radical sumado a los movimientos de reivindicación social, étnica, regional etc. representados por Pedro Castillo y Perú Libre.
La ponderación y la aparente moderación con la que se comportaron ambos candidatos durante el debate en Arequipa es sólo un eufemismo y un disimulo frente a lo ocurrido en el Vraem y ante lo que está a punto de ocurrir en el Perú: Una nueva etapa de enfrentamiento y violencia política.
El 6 de junio, día programado para las votaciones de la segunda vuelta, sea cual fuere el resultado que dé por ganador a Keiko Fujimori o a Pedro Castillo, marcará el reinicio de una nueva etapa de violencia política en el país que se caracterizará por los enfrentamientos armados en el Vraem y otras zonas del territorio nacional con presencia del narco-terrorismo, así como también por las protestas sociales, marchas y manifestaciones públicas que se producirán cada vez con mayor frecuencia como lo que estamos viendo en Colombia.
Recordemos que en el Perú las condiciones políticas para una situación de convulsión social e ingobernabilidad ya están dadas debido al golpe perpetrado por el caso Lava Jato a la clase política que significó la vacancia de PPK, la vacancia de Vizcarra y la renuncia de Merino. Esta misma situación de ingobernabilidad e inestabilidad que se experimentó en noviembre y diciembre del 2020 sigue latente hoy en día y es muy probable que se destape nuevamente después del 6 de junio sea cual fuese el ganador.
En caso de ganar Keiko Fujimori, las protestas y manifestaciones públicas saldrán a las calles igual que cuando salieron en contra de Merino bajo los lemas de “fraude” o “no me representa”.
En caso de ganar Pedro Castillo, el dólar se dispara, se dispara la inflación y la especulación de alimentos y combustibles, sube el petróleo y la gasolina, en consecuencia tendremos paros de transportistas, bloqueo de carreteras, y el mismo escenario de convulsión social.
Ninguno de los dos candidatos ha sido el más idóneo para gobernar el país en medio de este contexto histórico y trascendental, pero ninguno de los extremos del espectro político, quienes en verdad mueven la política en el país, dijo nada al respecto porque se sintieron debidamente representados. Ahora tenemos un problema: Este 28 de julio el Perú celebrará su Bicentenario en medio de la polarización política y el enfrentamiento social.
Finalmente, después de sumas, restas, demagogia y enfrentamiento interno: ¿Qué es lo que realmente en esta coyuntura regional e internacional le convendría al Perú? ¿Qué es lo que le conviene a millones de peruanos que se encuentran en la incertidumbre a causa de la pandemia del coronavirus, sin empleo, sin ahorros, muchas veces sin tener qué comer? La situación del Perú y de la región no está para hacer experimentos ni maniobras peligrosas. Necesitamos certezas y seguridad. Necesitamos economía, empleo, trabajo, alimentación. Los capitales de la región están dispuestos a invertir en el Perú en caso de un gobierno de Keiko Fujimori. Nos referimos a capitales chilenos, argentinos y colombianos en busca de un país con predictibilidad económica dónde invertir sus millones. Esos capitales, en medio de esta crisis, le harían mucho bien al Perú. En caso contrario, de ganar Pedro Castillo, los pocos capitales que aún permanecen en el Perú fugarán en busca de mercados más seguros, terminando por configurar una realidad nacional muy similar a la de los años 80s, un país en asilamiento con especulación económica, escasez del dólar, inflación, aumento del precio de los combustibles, acaparamiento de productos de primera necesidad, en medio de la pandemia, la crisis económica y la inestabilidad política. Hay algo que nos queda claro de Pedro Castillo que no es debido a su mala oratoria: Se trata de un político sindicalista acostumbrado a dar discursos en una marcha o en una huelga, pero dista mucho de ser un estadista o de tener una visión panorámica de lo que es el Perú.
Por estas razones mi voto, en las condiciones en las que vivimos, no puede ser por dudas sino por certezas. Mi voto “vigilante” a conciencia por el país será por Keiko Fujimori.
(*) Presidente de Aprosec
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