Opinión de Luis Meyer. Desde una herida mal curada hasta virus letales por una mala potabilización o saneamiento, todo acaba teniendo el mismo foco.
Madrid, 15 Octubre 2017, (Especial para El Informante Perú).- Pablo Urbano (27) y Antonio Espinosa de los Monteros (29) eran amigos desde siempre. Y la genial idea la pergeñaron como lo hacen los amigos de siempre, esto es: tomando unas cañas. El primero es “ingeniero industrial y apasionado de las bicicletas”, como él mismo se define. El segundo, arquitecto y emprendedor social. Cuando aún estaban en la universidad, Montero se fue a Etiopía a participar en la construcción de un hospital. A su vuelta, quedó con su compañero y compartió con él su conclusión tras la experiencia: casi todos los males que asuelan a los países más empobrecidos tienen que ver con el agua. “Desde una herida mal curada hasta virus letales por una mala potabilización o saneamiento, todo acaba teniendo el mismo foco”, explica Urbano. De modo que los dos compañeros decidieron que querían emprender un proyecto para financiar acciones en las zonas del mundo más acuciadas por sequías, que facilitaran el acceso a agua potable.
“Pensamos en diferentes fórmulas e ideas de negocio, y finalmente nos dimos cuenta de una cosa: puesto que nuestro objetivo es combatir la escasez de agua, ¿por qué no crear una empresa que, precisamente, venda agua?”, explica Urbano. Así nació Auara hace tres años y medio. Una marca y al mismo tiempo una empresa social, cuyas ganancias se reinvierten en proyectos de cooperación al desarrollo, siempre relacionados con el noble líquido. En este tiempo, en colaboración con diversas ONG, han llevado a cabo acciones en Etiopía, Camerún, Marruecos, Camboya, Haití… El último en la República de Benín, en el flanco oeste del continente africano. El pequeño pueblo de Tamarou tenía el acceso a agua potable a unos cuantos kilómetros, de modo que los niños debían invertir horas todos los días en ir a recogerla. El proyecto de Auara junto con Manos Unidas ha consistido en la creación de un pozo en la escuela. “Está justo en medio del pueblo. De esta manera, los niños, que son medio millar, van ahora al colegio a por agua, y de paso van a clase”. Tal y como decía su socio, el agua es fuente de todos los aspectos de la vida: también de la educación.
En este aspecto, Auara también actúa en nuestro propio país: “Aprovechamos nuestra visibilidad para realizar campañas de concienciación de un consumo responsable, y de evitar el derroche”, explica Urbano, y añade durante la entrevista, una tarde de junio en la que el termómetro madrileño se acercaba peligrosamente a los 40 grados: “También campañas de hidratación. Estamos sufriendo ya los efectos de la sequía por el aumento de las temperaturas y la falta de lluvia. Quien siga negando el cambio climático a estas alturas, está fuera de la realidad”.
Hay otro aspecto no menos importante, porque del éxito de ventas de Auara depende el éxito de sus proyectos en el terreno: ¿Está rica su agua? “Parece absurdo hablar de su sabor, pero no lo es: hay aguas que no me gustan, y otras que sí, y eso nos pasa a todos”, explica Urbano, “la nuestra proviene de un manantial de León, es de baja mineralización y nos hemos preocupado porque tenga la máxima calidad”. Su compromiso con la sostenibilidad comienza por la propia botella, cuya huella de carbono es igual a cero: “Son 100% de plásticos reciclados, y de formas cuadradas, para que se pueda incluir más en cada transporte”, cuenta el cofundador.
¿Y cómo se las arreglan para vivir de algo así al tiempo que destinan las ganancias a proyectos de saneamiento y potabilización? Urbano da las claves: “Tenemos la ventaja de ser una empresa de estructura pequeña que acaba de nacer. Por supuesto miramos los costes al milímetro, y los sueldos son acorde a la actividad realizada, pero siempre contenidos. Pero, sobre todo, tenemos una buena historia detrás, y esa es la mejor herramienta de marketing: no tenemos que convencer, nuestra marca gusta por lo que hace, y nos han salido muchos colaboradores que se ofrecen a difundirla”.
Se unen a los objetivos mundiales de cara a 2030 con los suyos propios: asegurar el acceso a agua potable a 50.000 personas, evitar el empleo de 10 millones de litros de petróleo, invertir 2,5 millones de euros en proyectos sociales, reutilizar el plástico de noventa millones de botellas y concienciar sobre la crisis del agua. Sin duda, son retos ambiciosos para una empresa tan joven y pequeña, pero con una gran capacidad para cambiar las cosas.
(*) Periodista.