Un río interminable de agua tuvo que correr para apagar el fuego, mucha consternación y dolor cuando dos jóvenes vidas se perdían en medio del humo y las llamas.

Lima, 28 Junio 2017, (ANDINA).- Un río interminable de agua tuvo que correr para apagar las voraces lenguas de fuego, miles de lágrimas estrujaron los corazones de los familiares de los desaparecidos, mucha consternación, dolor e indignación tuvimos que vivir todos en estos eternos seis días, cuando dos jóvenes vidas se perdían en medio del humo y las llamas, sin que nada pudiéramos hacer.

El hallazgo de los restos de los jóvenes fallecidos en el incendio de la galería Nicolini cierra un capítulo importante en toda la tragedia de Las Malvinas, gracias al trabajo de los valientes hombres de rojo que, dejando de lado su familias y sus trabajos, lucharon sin descanso por devolverle la tranquilidad a la ciudad.

Sin embargo, abre otra puerta que nos lleva a la reflexión, a la denuncia y a la demanda. ¿Qué estamos haciendo por nuestra seguridad?, ¿se puede justificar de alguna forma que la codicia de malos empresarios ponga en riesgo la vida ajena, encerrándola bajo llave por ganar unos cuántos soles más? ¿Hasta cuándo las autoridades dejarán de echarse la culpa unos a otros cuando ocurren estas desgracias y hasta cuándo los ciudadanos nos quedaremos callados e indiferentes?.

Doloroso es decirlo pero es la realidad. Tiene que morir alguien para que recién nos demos cuenta de la informalidad en la que vivimos. Nadie podrá devolverle a estos jóvenes pero ojalá esta tragedia sirva de punto de partida para que todos, desde donde nos toque, tratemos de hacer mejor las cosas para que este dolor no se repita.

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